«Bios angelikós – vida angélica». En la vida angélica, la vida contemplativa se asocia a la vida activa, pues los ángeles están al servicio de los hombres al mismo tiempo que adoran a Dios. Podríamos pensar que la vida contemplativa nos separe de los hombres. Para nada: los ángeles que contemplan incesantemente a Dios son ellos mismos los que te guían en la vida y te acompañan en los caminos del Señor.
En el cristianismo, la vida contemplativa no aparta de los hermanos, sino que comporta una superación, trascender y abrazar toda cosa. Sólo el amor puede realizar esta vida. Vivimos una vida angélica sólo si vivimos ante el trono de Dios como representantes de nuestros hermanos. El hecho de trabajar por los hombres no te debe distraer de Dios. La vida contemplativa no ha de dispensarte de la vida activa, de ninguna manera puede ser pretexto para que menos te sientas comprometido a salvar a todos los hombres. Realizarás tu ideal de modo perfecto sólo cuando vivas ante Dios tu vida contemplativa como quien está al servicio de todos los hermanos y a todos los lleva en el corazón en la presencia del Señor. Esta es la vida angélica, el ideal de vida que estás llamado a realizar […].
Ya es difícil vivir una vida de oración continua; aún más es difícil esta oración que ha de consumir todas las facultades del corazón y del alma, toda la vida, mientras cumplimos nuestra misión en la oficina, en la escuela, en la casa, etc. Tenemos que vivir en el mundo, sin apartarnos nunca del mundo, viviendo en él como testigos de lo invisible, como una revelación de Dios. Vivir en el mundo, en unión con todos los hermanos, en continua relación de amor y de servicio, con ellos, pero estando en medio de ellos como una aparición celeste […].
Tenemos que vivir en el cielo estando en la tierra. Vivir en el cielo sería fácil, si el Señor no s sacara de aquí con la muerte. En cambio, no hemos de morir, no hemos de apartarnos de este mundo, sino que tenemos que estar aquí y vivir una continua relación con las cosas, un servicio continuo a nuestros hermanos; pero hemos de vivir en el mundo una vida de paz, de bienaventuranza, de amor, ser de alguna manera luz de Dios.
Hemos de ser como ángeles. ¿Qué quiere decir ser como ángeles por lo que concierne a nuestra relación con Dios, por lo que concierne a nuestra relación con los hombres? Ser ángel respecto a la relación con el Señor quiere decir vivir el total olvido de sí mismo, ser consumido en la presencia de Dios. Quien vea al Señor no puede acordarse de sí mismo; el alma que vea al Señor ya no tiene conocimiento de sí, pues Dios tanto la invade que como que la borra. El alma deja de sentir su valor, su existencia… ¡Humildad total del alma que desaparece a sus propios ojos, que se olvida de sí misma tanto que ni sabe nada de sí ni logra llamar la atención de alguna creatura! Humildad del alma que ya no está sometida a la fuerza centrípeta que atrae hacia uno mismo, sino a la ley del amor centrífugo que se entrega totalmente y ya no guarda para sí cosa alguna. Humildad total que se identifica con el acto de adoración. El perfecto acto de adoración no exige el anonadamiento ontológico, sino la pura aniquilación psicológica de la creatura que deja de percibir su propia existencia y consistencia […].
Sin embargo, no es suficiente. Invadido por la gracia, transformado en Cristo, vives todavía en el mundo y tienes una misión que cumplir, tienes que servir. ¿Qué es el ángel de Dios en su relación con el mundo? Puro instrumento de la voluntad divina. Dios quiso a los ángeles para realizar sus designios; es por medio de ellos por medio de quienes Dios cumple su querer.
Esto nos impone la vida religiosa: ser como ángeles para vivir una vida de pura adoración y universal servicio.