Recuerda que el amor fraternal es un amor que se da en un perdón continuo. Porque siempre hay que perdonar a otros como también siempre debemos ser perdonados; y es en este perdón mutuo como verdaderamente el amor se encarna, igual que el perdón hacia nosotros que se encarnó en el amor de Cristo.
Homilía del 13 de marzo de 1988 en Siracusa