La Resurrección no es para que Cristo nos deje, sino para que pueda permanecer siempre con nosotros, con cada uno de nosotros, en todo momento. Con la Resurrección Cristo ya no está condicionado por el tiempo, por los lugares, porque es la presencia pura, Él es la realidad de la presencia inmutable, plena. Así en todo lugar, así en todo tiempo. De esta forma, toda alma puede vivir esta comunión de amor con Él, y es esta la eterna alegría pascual.
Retiro del 25 de abril de 1970 en Casa San Sergio