Dios nos hace santos madurándonos en la humildad, porque el verdadero camino de la santidad es cuesta abajo, no cuesta arriba. Nuestro verdadero camino es precipitar cada vez más en el sentimiento de nuestra impotencia, de nuestra miseria, porque solo Dios es Santo. Y seremos santos sólo en la medida en que Él viva en nosotros.
Chiedere Dio a Dio, 1988, p. 102